En abril de 1994 inició el proceso planificado de exterminio de la etnia Tutsi en Ruanda. En el período de tres meses 1 millón de almas fueron masacradas y desmembradas con machetes a lo largo y ancho de este país, esto equivale a la mitad de la población de Caracas. Dos tercios de la población de Ruanda fue desplazada, 2 millones de personas se refugiaron en países vecinos.
Las mujeres y los niños fueron los principales objetivos del genocidio para evitar que otra generación de esta etnia volviese a emerger.El mundo observó desde lejos lo que ocurría y no hizo nada. Este es el hecho histórico que más verguenza genera en la comunidad internacional.
¿Cuanto odio es necesario para que esto ocurriera? Mucho.
Este odio impulsado desde la prensa y fundamentado en divisiones coloniales y en rencores de la élite política fue el motor que movilizó el genocidio.
En Ruanda, nadie entiende bien como sucedió, muchos aún hoy no pueden creer lo sucedido. Es un proceso social traumático que aún hoy deja huellas. Una generación completa fue exterminada en este país.
De acuerdo a una encuesta nacional de trauma realizada por UNICEF, estima que el 80% de los niños de Ruanda experimentaron una muerte en su familia en 1994.
Muchos lugares en este país recuerdan la matanza, algunos lugares aún conservan la energía lúgubre de la muerte, algunos lugares huelen a muerte.
No puedo describir en un solo post todo lo que he visto, aún estoy procesando mucha información, por lo que espero seguir escribiendo al respecto.
Luis Alvarado Bruzual
15 de mayo, 2022
Kibuye, Ruanda
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