Cinco años después de la
adopción de la Resolución 2250 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre Juventud, Paz y Seguridad, el
reconocimiento del importante rol que tenemos los jóvenes en los procesos de
paz es ampliamente conocido y extendido. Sin embargo, en la práctica aún faltan
muchas brechas por cerrar.
1 de cada 4 jóvenes en el
mundo vive en contextos de violencia directa, cultural y/o estructural, y los
jóvenes son los principales afectados en contexto de conflictos armados. Cuando
un conflicto surge, las escuelas y universidades cierran, por lo que los jóvenes
no pueden acceder a su educación, en el caso de los conflictos armados los
jóvenes son enlistados y puestos al frente de todas las guerras, también son
los jóvenes los principales grupos objetivos para el reclutamiento dentro de
grupos irregulares y bandas delictivas, de igual forma, cuando un conflicto
emerge, los jóvenes son los primeros en
migrar forzadamente del territorio que habitan.
Adicionalmente, los jóvenes
no solo son víctimas de violencia directa en contextos de conflictos armados.
Los jóvenes enfrentan distintas barreras estructurales fundamentadas en
prejuicios y estereotipos que limitan su capacidad como agente de cambio y
motor de la transformación social.
La Resolución 2250 sobre
Juventud, Paz y Seguridad reconoce 5 ejes principales en los que se debe
trabajar para involucrar a los jóvenes en la construcción y mantenimiento de la
paz y la seguridad en el mundo: Participación, protección, prevención,
alianzas, separación y reintegración.
Para que los jóvenes puedan
incidir efectivamente como agentes constructores de paz, debe permitirse su
participación real en los procesos de toma de decisiones, desde la negociación
y la prevención de la violencia hasta los acuerdos de paz; los jóvenes
constructores de paz, además, corren graves peligros de seguridad a su
integridad en los contextos en los que trabajan, por lo que debe garantizarse
la protección de la vida y los derechos humanos de los jóvenes civiles.
Los jóvenes son actores
claves en la promoción de la cultura de la tolerancia y el diálogo por lo que
debe resaltarse su participación en el diseño de programas integrales para la
prevención de la violencia. En contextos post-conflicto y de crisis
humanitarias debe fomentarse las alianzas intergeneracionales entre los jóvenes
y los múltiples agentes y actores nacionales e internacionales de trabajo en
terreno.
Por último, la separación y
la reintegración de jóvenes afectados por los conflictos es esencial para
lograr una paz sostenible y duradera. Para lograrlo, es necesario que se
aumente la inversión pública y privada para la generación de oportunidades de
empleo de calidad para todos y todas y para impulsar una educación de calidad
que fomente la cultura de paz y reconciliación.
La paz no es un concepto idealista y utópico como pueden muchos creer, la paz se construye a diario con nuestras acciones, y a nivel político-institucional la Resolución 2250 le otorga a los tomadores de decisiones una guía para contribuir al logro de una paz sostenible y duradera para todos y todas, al mismo tiempo, la resolución es para nosotros, los jóvenes una carta de derechos que puede y debe orientar nuestras exigencias.
- Luis Alvarado Bruzual
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