Por primera vez en 25 años pareciera ser que mi país, Venezuela, tiene una oportunidad real de lograr un cambio de gobierno por la vía democrática del voto. Sin embargo, intento no emocionarme y mantener mi esperanza al mínimo. La desesperanza aprendida y la indefensa adquirida ya son parte de mi mecanismo de defensa para enfrentar la realidad de mi país. Hemos pasado demasiadas cosas en los últimos años. No quiero ilusionarme en vano. En mi país, tenemos una relación complicada con las elecciones. Conscientemente, unos días antes de las elecciones me abastecí de alimento, porque uno nunca sabe qué pueda ocurrir, y si algo ocurre lo mejor es que te agarre con alimento en casa. En Catia, el barrio donde vivo, se escucha “compren velas, por si acaso”. Todo parece estar normal, sin embargo, tengo una semana que no logro dormir más de 4 horas en la noche. La ansiedad toma mi cuerpo y trato de poner en práctica todas las herramientas que conozco para gestionarla. Un dolor de cabe...
Desde
1819 ha estado las ansias de consolidar en el subcontinente americano una unión
de naciones para el fortalecimiento de la región, lamentablemente desde
entonces los intereses de estos Estados han estado en completa desarmonía,
porque al final, cada uno de éstos responde a sus necesidades que no las ven
satisfechas bajo cualquier unión que se plantee.
Ya
lo veía Simón Bolívar cuando redactó la Carta de Jamaica (1815), cuando expresa
que: “Es una idea grandiosa pretender
formar de todo el Nuevo Mundo una sola nación (…). Ya que tiene un origen, una
lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un
solo gobierno que confederase los diferentes Estados que hayan de formarse; mas
no es posible, porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos,
caracteres desemejantes dividen a América”.
No
ha variado mucho la situación desde entonces hasta hoy, sin embargo, nos hemos
forjado una idea de superioridad de nosotros mismos sobre el resto y nuestras
frustraciones comienzan cuando descubrimos que no somos capaces de sostener una
confederación de Estados que haga contrapeso a los Estados Unidos y cuando nos
damos cuenta de que no hemos podido alcanzar el éxito que ha logrado la Unión
Europea.
La
descripción que hace Kapuscinski sobre África es aplicable de igual forma a
Latinoamérica. Es imposible hablar de una sola América Latina, a pesar de que
comparten una historia, una lengua y unas costumbres, existen tantas Américas
Latinas como países la conforman; cada uno con sus particulares
características.
A
pesar de los esfuerzos que se han hecho, sobre todo durante las últimas 3 décadas,
por crear una comunidad de Estados hoy pareciera más que ayer que los mismos
esfuerzos terminaran fracasando debido a una aplastante realidad que golpea a
Latinoamérica. Es sin duda en la unión donde puede estar la fuerza de América
Latina, pero hasta que los Estados que conforman esta región no maduren
políticamente a lo interno, cualquier progreso será imperceptible a lo externo.
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