Por primera vez en 25 años pareciera ser que mi país, Venezuela, tiene una oportunidad real de lograr un cambio de gobierno por la vía democrática del voto. Sin embargo, intento no emocionarme y mantener mi esperanza al mínimo. La desesperanza aprendida y la indefensa adquirida ya son parte de mi mecanismo de defensa para enfrentar la realidad de mi país. Hemos pasado demasiadas cosas en los últimos años. No quiero ilusionarme en vano. En mi país, tenemos una relación complicada con las elecciones. Conscientemente, unos días antes de las elecciones me abastecí de alimento, porque uno nunca sabe qué pueda ocurrir, y si algo ocurre lo mejor es que te agarre con alimento en casa. En Catia, el barrio donde vivo, se escucha “compren velas, por si acaso”. Todo parece estar normal, sin embargo, tengo una semana que no logro dormir más de 4 horas en la noche. La ansiedad toma mi cuerpo y trato de poner en práctica todas las herramientas que conozco para gestionarla. Un dolor de cabe...
Esta
población mirandina es la tierra del trabajo fuerte, la tierra del cacao, de
los tambores, de las playas, la tierra de San Juan. Río Chico está ubicado al
Noreste del estado Miranda a donde llegaron los negros esclavos que habían sido
traídos desde África para el trabajo forzoso en las haciendas cacaoteras de lo
que se conoce hoy como Barlovento donde se produce el mejor cacao del mundo.
La
recorrí completica gracias a “Saltaparriba”, un señor con una gracia infinita y
una amabilidad tan increíble que me encontré mientras él pescaba en los Canales
de Río Chico. Me di cuenta que era muy popular en Río Chico, todos lo conocían
y a todos me presentaba. Me contó que fue camionero, que recorrió toda
Venezuela, que ahora es locutor, entre otras cosas. No sé si sea una virtud
pero la gente que conozco está dispuesta a contarme su vida y a desahogarse
conmigo, me ha pasado varias veces, y he aprendido y conocido tanto de esas
personas que nos convertimos en “panitas” y es como si me trajese conmigo un
pedazo de cada lugar que visito.
Vi
un juego de béisbol que se llevaba a cabo en el estadio, entré a una cancha y
unos niños jugaban al baloncesto, caminé por sus calles y tropecé con varios
grupos de jóvenes que iban al liceo, hablé con la gente y descubrí personas
maravillosas.
Conocí
a la señora María Rada quien hace un excelente trabajo limpiando las calles de
Río Chico y conocí a la señora Rosa quien vende los casabes y naiboas que ella
misma hace en Cúpira y que viaja todos los días para venderlos en una esquina
de Río Chico. Conocí a Luisa quien trabaja como cantinera de la principal
escuela del pueblo y me contó que es feliz con su trabajo.
Santuario |
Caminé sus calles y conocí el Santuario de Nuestra Señora de las Mercedes y a la gruta que se esconde a un lado, conocí su alcaldía y su Plaza Bolívar, entré en una que otra tienda playera y hablé con sus vendedores. Me monté en una camioneta y me fui a pasear a sus canales, me sorprendió la arquitectura, para gente adinerada, sin dudarlo.
Me
despedía de Río Chico y “Saltaparriba” me acompañó al terminal. Tuvimos que
tomar una camioneta pues, estábamos lejos. Un muchacho pidió que lo bajaran por
borracho, quizás lo era, no lo sé. Lo que sí sé es que en ese momento ese
muchacho era un completo imbécil. Me sentí tan ofendido como si me lo hubiesen
dicho a mí.
Llegamos
al terminal, tomé el bus, me despedí de “Saltaparriba” quien nunca me dijo su
nombre y me despedí de Río Chico, un pueblo que nunca olvido.
Canales de Río Chico |
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