Por primera vez en 25 años pareciera ser que mi país, Venezuela, tiene una oportunidad real de lograr un cambio de gobierno por la vía democrática del voto. Sin embargo, intento no emocionarme y mantener mi esperanza al mínimo. La desesperanza aprendida y la indefensa adquirida ya son parte de mi mecanismo de defensa para enfrentar la realidad de mi país. Hemos pasado demasiadas cosas en los últimos años. No quiero ilusionarme en vano. En mi país, tenemos una relación complicada con las elecciones. Conscientemente, unos días antes de las elecciones me abastecí de alimento, porque uno nunca sabe qué pueda ocurrir, y si algo ocurre lo mejor es que te agarre con alimento en casa. En Catia, el barrio donde vivo, se escucha “compren velas, por si acaso”. Todo parece estar normal, sin embargo, tengo una semana que no logro dormir más de 4 horas en la noche. La ansiedad toma mi cuerpo y trato de poner en práctica todas las herramientas que conozco para gestionarla. Un dolor de cabe...
El
Saladillo es un sector popular de Maracaibo, símbolo regio de la zulianidad.
Sus calles y sus casas son una auténtica mezcla de sentimientos y tradiciones.
Unos colores vibrantes que se le mete a uno las venas y nunca se le sale del pensamiento.
Estas calles han sido fuente de inspiración para numerosos poetas y gaiteros.
Su
gente está muy conectada con la Virgen de la Chiquinquirá. Fue una de sus habitantes,
María Cárdenas, quien se encontró –mientras lavaba en el Lago- una tablita que
mostraba lo que parecía ser una imagen religiosa a la que no le tomó
importancia hasta que los milagros comenzaron a suceder y, fue así como en El
Saladillo comenzó la devoción hacia la Chinita.
Este
sector data del siglo XVIII y sus casas fueron construidas de tal manera que
aguantaran el inclemente sol que hace en estas tierras sin que sus propietarios
se achicharraran por el calor en el interior de estas. Construidas frente al
lago –en su costa occidental- con calles que conducen los vientos hasta el
interior de las casas que se enfría mientras transita por los zaguanes. Estas
casas cuentan con un jardín central con fuentes de agua que retienen el calor y
con muchas plantas verdes que refrescan el interior y llevan el frescor a las
habitaciones.
Los
colores tan llamativos de las fachadas de las casas son a causa de que cuando
este sector se consolidó las calles eran de tierra y, como las aceras son muy
estrechas las fachadas están casi directamente sobre la calle. Pintarlas de
blanco o colores claros era una completa molestia porque la tierra terminaba
dándole color a las paredes.
Anteriormente
El Saladillo eran muchas más calles de lo que son hoy. En 1970 El entonces
Presidente Rafael Caldera ordenó la demolición de muchas de estas casas con la
promesa de modernizar la infraestructura y la ampliación de las calles, pero
nada de eso llegó. La demolición se llevó construcciones importantes como la
casa de María Cárdenas y centros culturales.
Hoy
por hoy, cuando la mayoría de las personas han perdido –en parte- el interés por
lugares históricos y culturales, El Saladillo espera allí, silencioso,
esperando que se sigan cantando sus gaitas y se sigan escribiendo sus historias.
Mientras tanto, sus calles llenas de basura –como todo Maracaibo- a causa de la
inconsciencia colectiva que nos autodestruye.
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