Por primera vez en 25 años pareciera ser que mi país, Venezuela, tiene una oportunidad real de lograr un cambio de gobierno por la vía democrática del voto. Sin embargo, intento no emocionarme y mantener mi esperanza al mínimo. La desesperanza aprendida y la indefensa adquirida ya son parte de mi mecanismo de defensa para enfrentar la realidad de mi país. Hemos pasado demasiadas cosas en los últimos años. No quiero ilusionarme en vano. En mi país, tenemos una relación complicada con las elecciones. Conscientemente, unos días antes de las elecciones me abastecí de alimento, porque uno nunca sabe qué pueda ocurrir, y si algo ocurre lo mejor es que te agarre con alimento en casa. En Catia, el barrio donde vivo, se escucha “compren velas, por si acaso”. Todo parece estar normal, sin embargo, tengo una semana que no logro dormir más de 4 horas en la noche. La ansiedad toma mi cuerpo y trato de poner en práctica todas las herramientas que conozco para gestionarla. Un dolor de cabe...
Despierto de mi sueño de más
de 12 horas en la Cueva del Guácharo con el cantar de los pajaritos felices por
la lluvia de anoche y el murmullo del río.
Acampar en el Monumento
Natural Cueva del Guácharo fue excelente, altamente recomendado, el cobro del
servicio es de una unidad tributaria y tienen baños disponibles, además el personal de seguridad siempre estará
pendiente, todos realmente muy amables. Eso sí, llévense abrigo, en las noches
hace un frío brutal.
Desayuno, desarmo la carpa,
me hago con la mochila al lomo nuevamente y no espero mucho para tomar un
camioncito que venía de Santa María
(Estado Sucre) y me deja en el terminal de Caripe; camino por el pueblo
en búsqueda de un cajero automático, simplemente diré que fue TERRIBLE, en este
caso fui al Banco Venezuela y al parecer no siempre funcionan todos los
cajeros, la cola que se hace es interminable, y corres con el riesgo (como me
paso a mi) de que después de estar 1 hora y media en la cola, los cajeros se
queden sin efectivo. Ante esta situación, un comercio cercano al banco me
auxilio con efectivo a cambio de pasar mi tarjeta por su punto de venta (y
cobrar su respectiva comisión).
El bus llega al Crucero, me bajo, había un señor exprimiendo en un trapiche la caña de azúcar y vendiendo
guarapo e’ caña, le compro uno y no hay mejor para contrarrestar el solazo que
estaba haciendo, me lo tomo bajo una mata y espero un carro que me lleve hasta
San Antonio de Capayacuar. No espero más de 15 minutos y pasa un carrito por
puesto, que pareciera ser el modo de transportarse más común en esta región. El
camino es muy bonito, puede verse la represa del Guamo y un campo de pinos que
adornan la carretera.
Llegamos a San Antonio y más
rápido que inmediatamente me monto en otro carrito por puesto que iba con
dirección a Cumanacoa (Estado Sucre) pero que me puede dejar en la entrada de
Las Puertas de Miraflores. Me bajo en un cruce, y tuve que caminar como 30
minutos, porque el transporte para llegar al pueblo de Las Puertas de
Miraflores es difícil, hubiese pedido la cola… pero nadie pasaba.
Me meto en varios lugares
para saber si sabían de un lugar en el que pudiese acampar, o si podía acampar
en su jardín, pero todos me decían lo mismo: “más arriba, pregunta por
Pirrino”. Llego al pueblo y desde ya se pueden ver las pequeñas cascadas del
Guarapiche y las pozas que se forman entre las piedras, el río sonaba
espectacular y provocaba darse un baño.
Después que se cruza el primer puente empiezan a aparecer muchas casitas, en este momento, en cada una
había una celebración distinta, muy bonito todo de verdad. Cruzo el segundo
puente, llego a un kiosko y pregunto por Pirrino y el señor me dice: “es ese que
esta allá debajo de aquella mata”, así que voy, lo conozco, me presento, él me
muestra su casa y el área de campamento, me deshago de mi mochila un rato y la
guardo en su casa.
Emprendo el camino hacia Las
Puertas de Miraflores, unas paredes de roca caliza de más de 100 metros de altura, en las que el paso del río Guarapiche forma un cañón. El recorrido se hace normalmente en 30 minutos (solo
ida) yo me tarde una hora y media, no paraba de decir “WOW”, era todo un espectáculo.
Un sendero entre una vegetación exuberante y el murmullo del río te conducen
hasta el final. El camino se acaba 4 veces, se debe cruzar el rio para llegar
al otro tramo del sendero. En cada paso que daba aparecía un plano excelente
para sacar una foto.
Cuando llego al final me
dejo sorprender por tan increíble belleza junta, el momento y el lugar eran
perfectos. Si se camina dentro del río y se llega a la parte de atrás de una
roca central que está enclavada en el río, nos encontramos con una poza
maravillosa. Tremendo lujo el darse un chapuzón en esa poza de aguas cristalinas, un lugar 5 estrellas que la naturaleza y la geografía venezolana nos regala; mientras observamos las figuras en la roca y los colores del cielo que se dejan ver en el espacio que queda entre ambas paredes se nos va haciendo tarde y ya es tiempo de regresar aunque quisiera quedarme cerquita y acampar allí.
El camino de regreso se me hace más corto, recomiendo llevar unas chancletas porque hay tramos de piedra
que son dolorosos para los pies. Apenas llego al campamento Pirrino me expresa
su preocupación porque ya tenía yo mucho tiempo que me había ido a las puertas.
Armo mi carpa, comparto con Gerber alias Pirrino una buena conversación, ceno y
con el murmullo de mi eterno acompañante, el Guarapiche, que pasa justo por detrás
del campamento me duermo hasta el siguiente día.
Me despierta el cantar de
los gallos y el piar de los pollitos que cría Gerber para el consumo familiar.
Me brinda una taza de café, de ese que se cultiva allí mismito en el
campamento, desarmo la carpa y emprendo camino de regreso acompañado de buena música
en el mp3 hasta San Antonio de Capayacuar donde desayuno unas ricas empanadas y
de allí hasta Maturín y una próxima aventura.
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